El penoso drama de los
inmigrantes en España
El caso de los dominicanos residentes en España es dramático y penoso. Es
raro el día en que una familia dominicana no es desahuciada, desalojada, sacada
a la fuerza de su vivienda por falta de pago.
A diario llegan a la Embajada y a las oficinas consulares decenas de
dominicanos desesperados en busca de ayuda para encarar problemas económicos que
no tienen solución porque el Estado no dispone de presupuesto para esos
fines.
Nada puede hacerse más allá de ofrecerles asistencia legal en aquellos casos
que puedan ameritarlo, y en menor medida asistirlos con una mínima ayuda
económica que puede servirles apenas para el pasaje de retorno a su barrio, a su
pueblo, o para mitigar el hambre inmediata.
Es un problema de fondo, de mucha gravedad, que afecta no sólo a los
inmigrantes, sino a toda España y a los ciudadanos españoles en igual medida. Es
que casi 25 por ciento de la población general ó25 de cada cienó están
desempleados. En el paro, como le llaman aquí.
Y en el caso particular de los inmigrantes, el 37 por ciento está sin empleo.
Y si se trata de los inmigrantes latinoamericanos, esa cifra pudiera llegar
hasta al 45 por ciento. Es decir, casi la mitad de los latinos que viven en
España están desempleados, sin nada qué hacer, pasando hambre y todas las
necesidades imaginables.
El estado español ógobierno central y comunidades autonómicasó hace lo
posible para atenuar una situación que escapa a su control. Simplemente no hay
solución posible ante una crisis que ha sumido a toda Europa en una
incertidumbre económica sin ninguna perspectiva de solución ni a corto ni a
mediano plazo.
Todos los ciudadanos son damnificados en mayor o en menor medida. Nadie
escapa de esta crisis que, en el caso de España, no se vaticina solución en los
próximos dos o tres años. En el mejor escenario, se habla de que a partir del
2015 podría avizorarse un reinicio del crecimiento económico.
Los desahucios
El drama que se vive en España es patético. Todas las familias ñsin distinción de raza u origen, porque la ley de inquilinato o de propiedad bajo el régimen hipotecario no distingue nacionalidadesñ, están de algún modo afectadas por esta permanente amenaza a su estabilidad emocional.
El drama que se vive en España es patético. Todas las familias ñsin distinción de raza u origen, porque la ley de inquilinato o de propiedad bajo el régimen hipotecario no distingue nacionalidadesñ, están de algún modo afectadas por esta permanente amenaza a su estabilidad emocional.
De este drama no escapan, obviamente, los dominicanos. En Madrid viven con
registro legal cerca de 90 mil criollos, pero estadísticas no oficiales estiman
que a esa cifra podrían sumarse otros 10 mil en condición de ilegales o de una
“legalidad ficticia”. Y en toda España viven unos 150 mil dominicanos, mal
contados.
Para que se tenga una idea clara de esta situación, bastaría decir que en los
últimos dos años han sido desalojadas más de 350 mil familias, y sólo en la
comunidad de Madrid se produce un promedio de 500 desahucios o desalojos al mes
ñsiete mil al añoñ por parte del sector financiero inmobiliario. Y la mayoría
de esas hipotecas ejecutadas afectan a inmigrantes latinos, muchos de ellos
dominicanos.
Como ha ocurrido en la mayoría de los países donde ha explotado esta crisis
inmobiliaria, la expansión de una economía estimulada por los llamados “bonos
basura” infló superficialmente una capacidad adquisitiva que estimuló la
adquisición de viviendas a través del crédito fácil para familias de medianos y
bajos ingresos.
Las “letras chiquitas”
Las “letras chiquitas” de los contratos de ventas son leoninas. A la tercera cuota vencida, el desahucio es automático.
Las “letras chiquitas” de los contratos de ventas son leoninas. A la tercera cuota vencida, el desahucio es automático.
Peor aún: el adquiriente no sólo pierde el dinero que haya avanzado, sino que
además tiene que seguir pagando el diferencial de la devaluación del inmueble.
Cláusula injusta que ha llevado a la calle a centenares de miles de personas en
protesta por esta barbaridad.
Con el agravamiento de la crisis económica, más de 70 por ciento de los
adquirientes de viviendas en esas condiciones han perdido la capacidad de pago,
y los bancos han sido impiadosos. Miles y miles de familias han ido a la
calle.
“Sin casa, sin ahorros y sin curro...”, como dicen aquí. Pero, además,
arrastrando una deuda onerosa que los persigue a cualquier parte del mundo. En
esa misma proporción han bajado los precios de esos inmuebles porque la banca
hipotecaria ha quedado con una abultada sobreoferta, pero no hay quien compre
nada.
Y como el sector inmobiliario está en crisis, así mismo ha entrado en crisis
la industria de la construcción o “industria del ladrillo” y, lógicamente, se
han perdido por vía de consecuencia centenares de miles de plazas de
trabajo.
De igual modo han quedado en la calle ñ“sin casa, sin ahorros, sin curro”ñ
decenas de miles de dominicanos que laboraban en ese sector, el mayor empleador
de manos de obra llegada de Latinoamérica. Es gente que no sabe hacer otra cosa.
Pero, además, no hay en España ninguna otra cosa qué hacer... Ni siquiera para
los españoles. De ahí, entonces, que hayan enfilado proa de regreso a la Patria.
Pero con un agravante: ¡No tienen ni para comprar el billete de avión!