En una de las charlas más populares de los últimos años, la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie advierte sobre “el peligro de la historia única”, el error que se comete al reducir la complejidad humana a un solo aspecto de la historia de una persona, ya sea nacionalidad, género, color de piel, etc.
En el debate económico y político, algo similar se da al tomar la cifra de crecimiento económico y hacer de éste la historia única del país. Y es que es un gran error el limitar la evaluación de la economía al dato de incremento del Producto Interno Bruto, sin evaluar otros indicadores más alineados a la calidad de vida de las familias.
Cuando el gobierno anuncia que la economía creció 12.3% en el año 2021 y 4.9% en el 2022, se puede caer en la tentación de celebrar a destiempo y dormirse en los laureles, pensando que en el país las cosas van bien. No obstante, como dice la autora nigeriana, el peligro de la historia única no es que la historia sea falsa, es que está siempre incompleta.
A pesar del crecimiento económico en estos años, todavía hay indicios de que la familia dominicana cada día pierde calidad de vida. En cuanto al mercado laboral, en 2022 quedaban más de 83 mil empleos por recuperar con respecto al nivel de 2019, pues el total de ocupados en el tercer trimester de 2022 fue de 4.6 millones, inferior a los 4.7 millones de ocupados a finales de 2019, según las últimas estadísticas del Banco Central. Visto de otra forma, la tasa de ocupación ha bajado 2.7 puntos porcentuales durante los últimos años.
A nivel del sector formal la debilidad del mercado laboral es todavía mayor, pues en el tercer trimestre de 2022 había 194,271 empleos formales menos que a finales de 2019. Esto da cuenta de que la totalidad de la creación de empleos durante estos años ha sido empleo informal, el cual se caracteriza por la precariedad en las condiciones laborales.
Peor aún, en los últimos dos años y medio la canasta familiar ha tenido un aumento de 7,400 pesos, mientras que el ingreso laboral de los trabajadores apenas ha aumentado unos 1,130 pesos mensuales en comparación con el período pre pandemia. En pocas palabras, hay menos trabajo que previo a la pandemia, quienes están empleados han tenido un aumento pírrico en sus ingresos que se queda corto ante el incremento del costo de la canasta básica.
Otra forma de ver el deterioro en la calidad de vida es calcular qué porcentaje de la canasta familiar puede comprarse con un sueldo. Las últimas informaciones publicadas por el Banco Central dan cuenta de un ingreso laboral promedio de 21,127 pesos mensuales, mientras que para esa fecha (tercer trimestre de 2022) el costo promedio de la canasta familiar fue de 42,370 pesos. Es decir, el ingreso laboral no permite adquirir ni la mitad de la canasta familiar, el porcentaje más bajo en más de diez años (excepto período COVID).
En ese orden, en el informe Panorama Social de América Latina y el Caribe 2022 de la CEPAL, dicho organismo internacional expresa lo siguiente: “Por otra parte, el crecimiento de la economía no se reflejó en forma directa en la mejora de los ingresos per cápita de los hogares. Los casos más llamativos fueron los del Brasil y la República Dominicana, donde el PIB per cápita creció un 4% y un 11%, respectivamente, al tiempo que el ingreso per cápita de los hogares cayó un 8% en el primero y un 5% en el segundo de estos países”.
Ante los datos del dinamismo económico recién anunciados, se puede anticipar dos reacciones incorrectas. Por un lado, el gobierno tiene la tentación de cantar victoria a destiempo; por otro lado, algunos sectores de oposición insisten en desconocer las cifras oficiales.
La práctica de desmeritar “los números del Banco Central”, algo comúnmente practicado en el pasado por los hoy funcionarios públicos y actualmente realizado por algunos opositores, primero desconoce el alto nivel técnico y ético de quienes están “detrás de esos números” en el Banco Central, segundo no considera que todos los cálculos en el Banco Central se realizan siguiendo metodologías internacionales, tercero en nada contribuyen al debate que verdaderamente incide en el bienestar de la población.
Un mejor diálogo político debería centrarse en discutir las posibles políticas públicas que mejoren la calidad de vida de la familia dominicana. Por ejemplo, en el centro del debate debería estar cuáles intervenciones permitirían impulsar la creación de empleos, facilitar la reducción en los costos de producción y propiciar la necesaria reinvención de la economía dominicana en el futuro.
En resumen, lo correcto se encuentra casi siempre en los puntos medios, en el equilibrio. Con el crecimiento económico, debemos evitar hacer de sus cifras la historia única del país, no porque los datos sean falsos, sino porque esta información de forma aislada estaría incompleta. En fin, con el incremento del PIB, ni podemos desconocerlo, ni tampoco podemos pedirle más de lo que es: una de tantas cifras que muestran parcialmente la salud o enfermedad de una economía.