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En política, Hipólito Mejía es un caballo de fondeo, como dicen los corredores de apuestas hípicas. O el mismo “diablo en campaña”, como calificó Mario Vargas Llosa su incursión en la carrera presidencial en el Perú, en el año 2000, cuando lo derrotó “el chinito” Alberto Fujimori.
Esta vez Hipólito arrancó temprano y ha dejado en la gatera a su contendor interno, Luis Abinader, que –tal como lo predijera hace ya un tiempo el periodista Ruddy González–, tuvo su “debut y despedida” en las elecciones del pasado 15 de mayo, hace hoy, justamente, un año.
Lo que dijo Hipólito al comenzar su campaña interna ha dejado estupefacta a la comunidad política que no sale del asombro: el viejo liderazgo partidario no tiene relevo. O sea, que Danilo, Leonel, Miguel y él, Hipólito, de alguna forma competirán otra vez en los comicios de 2020.
La sorpresa fue mayor en el Partido Revolucionario Moderno porque está claro que el mensaje estuvo dirigido a Abinader, que quiere repetir como candidato presidencial de ese partido a pesar de que ningún otro aspirante a la cabeza de la franja opositora al PLD había hecho tan pésimo papel en unas elecciones en los últimos 20 años.
Para no quedarse sólo en palabras, Mejía arrancó de inmediato su activismo con notable frenesí al juramentar un comité de mujeres que alienta su campaña interna al frente de su hija Carolina, la compañera de fórmula electoral de Abinader en las elecciones pasadas y quien dejó muy buena impresión en el electorado…
Del cielo a la tierra
Tan buena impresión dejó la candidatura vicepresidencial de Carolina Mejía que hay quienes dicen que, gracias a ella, Abinader superó en el último momento el 30 por ciento del sufragio nacional –como predecían las encuestas–, y alcanzó el 36 por ciento para quedar a poco menos de 26 puntos porcentuales del presidente Danilo Medina, que llegó al 62 por ciento.
La torpeza de Abinader en el manejo de su propia imagen le volvió a dar vigencia a Mejía, que en las elecciones de 2020 estará bordeando los 80 años de edad, pero que se mantiene con similar energía que cuando fue ministro de Agricultura en 1978, teniendo 37 años. Ha manejado con mucha prudencia sus diferencias con el presidente Medina y morigerado su actitud agria contra Leonel Fernández.
Por igual, ha sido prudente en su relación con los demás partidos y grupos opositores, y su rechazo en la población general ha descendido notablemente.
Incluso, los más radicales peledeístas que antes lo veían como enemigo a rabiar, hoy lo prefieren ante el radicalismo de Abinader, que ni siquiera ha tenido la altura política para admitir su derrota del año pasado.
Hipólito tiene la ventaja de que es un gran recaudador de recursos económicos, y su condición de expresidente le abre puertas vedadas para otros dirigentes y aspirantes presidenciales. Por todas esas razones, en esta coyuntura Mejía corre por la pista de adentro.
¿Tiene posibilidades ?
Como candidato opositor, cualquiera que enfrente a Hipólito desde el sector oficialista –tal vez exceptuando a Danilo Medina–, tendrá problemas para vencerlo porque 20 años en el poder han desgastado notablemente al PLD y a su posible candidato, Leonel Fernández, que ha agotado tres períodos.
Para cuando lleguen las próximas elecciones, hará dieciséis años que Hipólito salió del poder en 2004… Los jóvenes de 30 años hacia abajo –la última generación de votantes–, a lo sumo podrán tener alguna referencia de su gobierno desastroso, pero en sentido general la indulgencia colectiva lo podría retornar al poder… Además, un nuevo gobierno de Hipólito no será bueno, pero sí muy divertido.