Los escribidores cotidianos solemos tomarnos libertades gramaticales fuera de toda regla… Así ha sido siempre y así seguirá siendo a despecho de los puristas del idioma y corregidores de textos que casi nunca entienden los estilos y como obreros de las letras se ciñen a las normas…
…Como si estuvieran pegando bloques en una construcción: lo que digan la plomada y el nivel, acero cada 50 centímetros y los huecos rellenados con cascajo fino en mezcla suelta.
En ese empeño mecánico de respetar las reglas gramaticales, los correctores de periódicos echan a perder iniciativas curiosas en la construcción de una frase, retuercen refranes y descomponen expresiones populares.
Pero todo eso es lo de menos cuando se trata de cambiar una palabra por otra y termina el escribidor ofendiendo o degradando de forma viciosa a una persona sin ningún sentido o razón.
En lo personal he tratado siempre de respetar a las personas a quienes me refiero en esta columna, nunca trato temas personales ni descalificó a nadie en su vida privada ni profesional… Como tampoco utilizo nombretes para referirme a nadie de forma irrespetuosa o degradante.
En política es distinto porque disiento casi siempre de todos, y mis escasas coincidencias las comparto con los lectores. De ahí mis controversias porque quienes no están con unos, están con otros… Y yo siempre el malo de la película.
… Respeto a Collante
A Marino Collante, el más destacado dirigente reformista de Santiago, lo conozco desde hace más de 40 años, y siempre he valorado en él su capacidad para respetar las posiciones contrarias a las suyas.
En todos sus años como legislador-- más de veinte--, Collante nunca ha estado envuelto en ningún escándalo, ha sido siempre reformista, defensor de la memoria de Balaguer, jamás ha estado en el centro de las confrontaciones partidarias ni se ha ido coyunturalmente de su partido.
Ni siquiera su amistad cercana con Danilo Medina lo ha alejado de su partido.
En las malas y en las buenas ha estado siempre presente, y aún en las discusiones más acaloradas dentro y fuera del hemiciclo, Collante se maneja con respeto, sin insultar, sin ofender a nadie, sin descalificar… De él tengo las mejores referencias como legislador, y las veces que ha ejercido como funcionario público-- como en la actualidad, que es director de la Comisión Aeroportuaria, o algo así--, también tengo los mejores informes de su trabajo.
Entonces no lo insulten…
El pasado jueves en esta columna salió una referencia imprecisa sobre Marino Collante que quiero corregir y pedirle disculpas por el error involuntario tanto del autor como de la dirección del Listín.
Refiriéndome a los dirigentes reformista de Santiago que acompañaban a Quique Antún el día que dijo que el PRSC había cambiado a unos “viejos mañosos” por jóvenes valiosos, dije que el presidente reformista debió mirar a ambos flancos de la tribuna para ver las edades de quienes le acompañaban, de un lado José Enrique Sued “y más pa’llasito” Marino Collante.
El corrector no entendió que me refería a que Collante estaba un poquito más allá de Sued, y sustituyó el vocablo “pa’llasito” por “payasito”, con lo que terminé yo llamándole payaso al doctor Marino Collante.
Su decencia ni siquiera le ha permitido protestar por el insulto… Eso lo hago yo ante el “corrector” de este diario por ponerme a decir lo que no dije…