Martes 22 de Mayo de 2012
"Fogon Barahonero Lider y Pionero en las Actualizaciones en las Comunicaciones Digitales"
LA COMPRA.- El principal ruido del día de las elecciones no fueron las
habituales y conocidas quejas contra la Junta Central Electoral, sino la nueva o
reiterada querella de “compra de cédulas”. Una práctica que todo el mundo
denuncia o da cuenta, pero nadie prueba con suficiencia. El misterio de los
misterios. Los observadores nacionales e internacionales la reconocen e incluyen
en sus informes, pero más para complacer a las partes que por convencimiento
propio. Si ellos lo dicen ¿por qué negarlo? Si además es un delito en que se
incurre por igual. Paridad en lo malo. Las historias tampoco ayudan, pues
resultan fabulosas. Dijeron de un ministro que andaba en esos negocios, pero
acompañado de tantos militares que era imposible. Si es cosa de lugares oscuros
o callejones distantes no puede hacerse con un ejército. Donde llega un alto
cargo del gobierno o un oficial de rango superior no hay forma de esconder nada.
Mucho menos si hay dinero de por medio. En este caso no hay dudas de que se
trató de una bellaquería...
EL RELAJO.- Así, con ese ánimo ligero, cómo puede establecerse la
verdad, aun cuando sirve de excusa a los violentos para sus fantocherías. Nadie
olvida lo de reventar a compradores de cédulas, pero igual los intercambios de
disparos que se escenificaron el pasado domingo. Cuentan que fueron entre bandas
rivales que andaban en lo mismo: dando dinero a cambio del documento de
identificación. Los narcotraficantes luchan por puntos de drogas, los
comerciantes de la política por centros de votación. Bueno o malo, lo cierto es
que la democracia dominicana se torna violenta. Y relajada. No solo falta
contenido en los discursos, sino que la población toma a chercha el sagrado
ejercicio del voto. Los llamados tígueres de los barrios, ya en fila, demandaban
compradores. E incluso, para que no haya discriminación de género, las
“vagamundas” pedían Jumbo a cambio de su entrega política. ¿Dónde la conciencia,
la voluntad, la entereza, la vergüenza? Si alguna vez fue verde, no hay dudas de
que se la comieron los burros. Con razón tampoco los alternativos tienen vida en
esos segmentos de la población...
LOS CASOS.- En televisión una reportera daba cuenta de los lugares que
le habían dicho se estaban vendiendo cédulas, y eran tan pocos, cuatro o cinco,
que hacía más difícil entender el fenómeno, si las mesas eran más de catorce
mil. ¿Cómo pueden cuatro o cinco centros alterar los resultados de catorce mil?
La prudencia obliga, si no la inteligencia, pero debiera haber mayor cuidado a
la hora de las denuncias, de las acusaciones y de los recursos. La Junta Central
Electoral, al parecer, lo toma a chiste o a fábula, aun cuando ni se ríen sus
miembros ni los responsables de los partidos. Sé de una zona donde llegó un
dinero como soporte económico de los últimos días de campaña, y uno de los
encargados preguntó, como la cosa más natural del mundo, por los fondos para
comprar los votos. Se dice entre abogados que a confesión de parte, relevo de
pruebas. Ahora, si es así ¿por qué esa insistencia en afectar la honra de un
proceso que sin esas prácticas dolosas sería ejemplar? Los conejos debieran
respetar las orejas grandes de los burros y no señalarlas como si fuera un
defecto ajeno...
NADA.- Además, se falta a la virtud doméstica. La ropa sucia debiera
lavarse en casa, y sucede que los bandos, sabiéndose por igual en falta,
confiesan al extranjero los pecados ajenos. Incluso, sin remedio. ¿Qué hizo la
OEA contra esa práctica? Nada. ¿Y Participación Ciudadana? Nada. ¿O la Junta
Central Electoral? Nada. Si nada, entonces la utilidad es nula. De otro modo
hubieran tomado cartas en el asunto y, por lo menos, habrían recomendado medidas
o dispuesto procedimientos. Pues la mancha sigue ahí. Pequeña, si se quiere,
pero como si fuera de petróleo en agua dulce o salada, cada vez es mayor su
tamaño y produce daño en la ecología política. Tanto blindaje ñhumano, legal,
tecnológico e informáticoñ, y el retozo ocasional de un día, que se supone el
más importante, el de las elecciones, echa por tierra todo ese esfuerzo e
inversión. Lo peor es que la reacción más socorrida es de impotencia. Con un
fatídico “con la gente no se puede”, el problema se queda para la próxima
ocasión. El dominicano, en vez de resolver, pospone...
