Publicado por el Fogon Barahonero Lunes28 Mayo 2012
"Fogon Barahonero Lider y Pionero en las Actualizaciones en las Comunicaciones Digitales"
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La República Checa conmemora este domingo el septuagésimo
aniversario del asesinato de Reinhard Heydrich, una de las figuras de más alto
rango del Tercer Reich.
Heydrich era el jefe general de la seguridad en la Alemania nazi y el
principal arquitecto de la Solución Final. Fue asesinado por paracaidistas
checoslovacos entrenados en el Reino Unido en lo que se llamó en Operación
Antropoide y que provocó terribles represalias de Hitler. Alois Denemarek fue una de las últimas personas que vieron al asesino de
Heydrich vivo.
Fue a principios de junio de 1942. Denemarek había viajado desde su pueblo
natal en Moravia a Praga. Allí, en un pequeño parque frente al Museo Nacional,
se encontró con su amigo de la infancia Jan Kubis.
Varios días antes, Kubis y sus compañeros paracaidistas Jozef Gabčík y Josef
Valcik habían llevado a cabo uno de los ataques más audaces de la Segunda Guerra
Mundial.
En plena luz del día, habían herido de muerte al Obergruppenführer
de las SS Reinhard Heydrich, encargado del Protectorado de Bohemia y Moravia,
cuando se dirigía a Berlín para una reunión con Hitler.
Heydrich era conocido por su extraordinaria brutalidad, incluso para los
estándares nazis. Hitler estaba fuera de sí de rabia. Los nazis lanzaron una
masiva cacería humana.
"Recuerdo lo que Jan me dijo cuando lo conocí", le dice Denemarek, ahora de
94 años, a la BBC desde su casa en Moravia del Sur.
Se habían reunido para discutir cómo ayudar a un paracaidista herido, al que
la familia de Denemarek le había dado refugio en su pajar. Kubis le aconsejó a
su amigo no correr el riesgo de llevarlo a Praga.
"Me dijo: mira, las cosas están un poco tensas en este momento".
Su descripción se quedaba corta.
Arma trabada
La historia de la Operación Antropoide, ideada por la Dirección de
Operaciones Especiales (Special Operations Executive) británica, se ha
contado en innumerables artículos, libros y películas.
El 27 de mayo de 1942, mientras la limusina Mercedes descapotable de Heydrich
reducía la velocidad en una curva cerrada en Praga, Gabcik -armado con un
subfusil Sten- saltó sobre la parte delantera del coche y apretó el gatillo. El
arma se trabó.
Heydrich le ordenó a su conductor que detuviera el automóvil y sacó su
pistola. Kubis arrojó una bomba, que explotó cerca del coche, y huyó. Heydrich,
herido y en estado de shock, siguió a sus atacantes durante varios metros antes
de volver al coche y desvanecerse.
En un principio parecía que el intento de asesinar a Heydrich había
fracasado. Pero murió en el hospital Bulovka de Praga ocho días más tarde, al
parecer de una infección por la metralla, o posiblemente por fragmentos de la
tapicería.
"Estoy muy orgulloso de lo que hizo mi amigo", le dice Denemarek a la
BBC.
"Si no fuera por Jan, yo no estaría aquí hoy. La mitad de la nación checa no
estaría aquí hoy. Heydrich tenía planes terribles para nosotros, los checos",
añade.
En enero de ese año, Heydrich había presidido la tristemente célebre
Conferencia de Wannsee, que estableció los planes para la esclavización y
asesinato de 11 millones de judío europeos. Los eslavos, de acuerdo con los
planes de Heydrich, iban a ser los próximos.
Secreto traicionado
Kubis, Gabcik y Valcik se escondieron durante tres semanas después del
asesinato hasta que alguien los delató. El 18 de junio de 1942 fueron rodeados
en la cripta de una iglesia. Durante varias horas, ellos y otros cuatro
compañeros resistieron el asalto de más de 700 Waffen SS -cuerpo de combate de
élite de las SS- y la Gestapo, que le ordenaron al Cuerpo de Bomberos de Praga
que inundara la cripta.
Al final, los tres se quitaron la vida. El obispo Gorazd, el sacerdote
ortodoxo que los había protegido, fue detenido, torturado y ejecutado.
Hoy en día, a unos metros de la iglesia, en la Plaza de Carlos, se ha erigido
una réplica de un campo de concentración nazi, como parte de una serie de
exposiciones para conmemorar el 70º aniversario.
Dentro de los cubículos de madera gris se exhiben documentos sobre la vida de
70 personas que ayudaron a ocultar a esos hombres.
"En 1942, estaba empezando a parecer que la ocupación nazi de Checoslovaquia
iba a durar para siempre", dice el periodista Mikulas Kroupa, director del Post
Bellum, el proyecto de historia oral que organiza la exposición.
"La mayoría checoslovacos quedaron paralizados por un sentimiento de derrota
y humillación. El asesinato de Heydrich, hizo que la gente se levantara contra
los nazis. Se demostró que no eran una nación de esclavos", le explica a la
BBC.
El costo humano fue enorme. Las familias de los hombres fueron detenidas y
fusiladas. Las aldeas checas de Lidice y Lezaky, sobre la base de informes de
inteligencia erróneos que las vinculaban con los paracaidistas, fueron arrasadas
y sus habitantes fusilados o enviados a los campos de concentración. Otras
15.000 personas corrieron la misma suerte.
La "estupidez" de Heydrich
Mientras tanto, en Praga se llevaron a cabo manifestaciones masivas de
lealtad al Reich. Los checos que asistieron fueron motivados tal vez más por
miedo que por el dolor.
Hitler organizó dos grandes funerales de Estado para su hombre de confianza,
uno en Praga y otro en Berlín. En privado, sin embargo, Hitler estaba enfurecido
por la "estupidez" de Heydrich, y describió como "idiota" su negativa a viajar
con un guardaespaldas o permitir que le blindaran el coche.
La curva de la carretera ya no está: quedó sepultada bajo una nueva carretera
realizada por los planificadores comunistas de la ciudad. Hoy en día en el lugar
hay un monumento conmemorativo.
La familia de Alois Denemarek pagó un alto precio por albergar al
paracaidista herido. Un año después del asesinato de Heydrich, la Gestapo
irrumpió en su casa de campo y detuvo a todas las personas que había adentro. El
hermano de Denemarek y el paracaidista fueron ejecutados. Sus padres murieron en
campos de concentración.
El propio Denemarek evadió milagrosamente las sospechas y sobrevivió. En un
irónico giro final, después de la guerra fue acusado por los comunistas de ser
un colaborador de los nazis.
"Por supuesto que valió la pena matar a Heydrich", le dice Denemarek a la
BBC.
"A pesar de que costó la vida a mi familia, a mi hermano, mi madre, mi padre
y cientos, miles de personas más".
"Pero, como siempre digo, eso no es nada en comparación con las pérdidas que
habríamos sufrido si Heydrich hubiera seguido vivo".
Fuente: BBC Mundo ciencia y cultura