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Los nuevos acontecimientos ocurridos en la ciudad
siria de Hula motivaron una condena del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En este artículo escrito para la BBC, Shashank Joshi, del Royal United Services
Institute, reflexiona sobre la posibilidad de que la comunidad internacional
decida intervenir militarmente contra el régimen de Bashar al Asad en
Siria.
El camino a la guerra está pavimentado de masacres. En el pasado, el fuerte impacto de las matanzas, como la que estuvo a punto
de ocurrir en la ciudad libia de Bengasi el año pasado, o como las consumadas,
como en la ciudad bosnia de Srebrenica en 1995, supuso el abandono de la
diplomacia y el recurso a la acción militar.
¿Será la masacre de Hula de esta semana, en la que aparentemente murieron
tantos niños, un catalizador similar?
Los altos cargos de la OTAN insisten en que no han planeado una intervención
en Siria.
Por su parte, las autoridades estadounidenses han mantenido reservas. Algunos
países árabes, sobre todo Arabia Saudita y Qatar, piden el uso de la fuerza pero
limitan su intervención a la contribución con armas y dinero para la oposición
siria.
Pero aunque las imágenes que llegan de la ciudad de Hula incrementarán la
presión sobre estos países para que reconsideren su cautela, es probable que
esto se traduzca en una intensificación de la vía diplomática más que en una
carrera hacia la guerra.
Una cosa está clara, la masacre de Hula acaba con la tregua, que desde hace
tiempo había perdido cualquier significado.
La historia se repite
Hay ecos de Srebrenica en 1995, cuando los cascos azules de Naciones Unidas
sólo pudieron observar impotentes cómo los musulmanes bosnios eran
masacrados.
En Siria, a los observadores de Naciones Unidas les fue denegado el acceso a
la zona viernes, cuando comenzó el bombardeo sobre la ciudad.
La misión de la ONU tiene un tamaño reducido y escasos recursos. Ante su
impotencia para frenar la escalada de la violencia, a los rebeldes sirios no les
quedan motivos para interrumpir su propia campaña.
El Ejército Libre Sirio (FSA, por sus siglas en inglés), un grupo con sede en
Turquía que ampara a los combatientes rebeldes, declaró que "a menos que el
Consejo de Seguridad de la ONU adopte medidas urgentes para la protección de
civiles, el plan de Annan se irá al infierno".
En verdad, ni siquiera se sabe si el FSA controla a los combatientes locales.
Esto puede conducir a que el conflicto adquiera una velocidad propia, sin
importar lo que diga el liderazgo de la oposición.
Hasta ahora, sin embargo, no parece que Hula vaya a cambiar la dinámica del
conflicto sirio.
Escepticismo
Primero, cabe recordar que esta masacre será interpretada de forma diferente
en distintas partes del mundo.
Muchos países simpatizan con el discurso del gobierno de Bashar al Asad, que
dice que la oposición está formada por fundamentalistas sunitas y
terroristas.
El general Robert Mood, jefe de la misión de Naciones Unidas en Siria, dijo
en primera instancia que las circunstancias de la matanza eran dudosas, aunque
más adelante responsabilizó de la acción a las fuerzas gubernamentales.
Así como algunos críticos argumentan que las masacres del año pasado en Libia
y de Racak (Kosovo) en 1999 se exageraron o incluso fueron fabricadas,
persistirá un escepticismo similar en torno a Hula, aunque se presenten pruebas
irrefutables, y esto afectará al modo de actuar del Consejo de Seguridad de la
ONU.
Además, el creciente rol de al Qaeda y otros grupos yihadistas similares en
Siria en meses recientes se ha convertido en otro freno a la intervención.
Las fuerzas estadounidenses están aterrorizadas ante la idea de que el apoyo
a la oposición termine en las manos de la misma gente que organizó los ataques
contra las fuerzas occidentales en Irak hace unos años.
Los legisladores también se preocupan por que cualquier soldado occidental
que pisara suelo sirio, incluso en una llamada zona segura, sea vulnerable a los
bombardeos, como pasó con el ataque contra el cuartel de Beirut (Líbano) de 1983
que acabó con la vida de 241 estadounidenses en servicio.
Pero sobre todo, nadie quiere pelearse con Rusia.
Así, es inconcebible que la OTAN prohíba el envío ruso de armas y ayuda a
Damasco, arriesgándose a una escalada de tensión.
Los diplomáticos estadounidenses esperan convencer ahora a Rusia para que
permita la salida de Asad, sin que por ello caiga el régimen sirio ni se vean
afectados los intereses rusos.
Este es el mismo esquema que siguieron EE.UU. y Arabia Saudita a principios
de año para sacar del poder al presidente de Yemen, Alí Abdulá Saleh.
Pero no parece que esta solución pueda funcionar. El régimen sirio es muy
personalista, y probablemente se desharía rápidamente sin Asad y sus consejeros
principales.
Además, los rebeldes no aceptarán a estas alturas un acuerdo vil que incluso
pueda dejar a los perpetradores de la masacre al frente de las fuerzas de
seguridad.
La matanza de Hula es sólo el último, quizá el más grave, de una serie de
acontecimientos que convierten al plan de paz para Siria de Kofi Annan en una
pantomima.
Si ni siquiera los términos más básicos del plan, un alto el fuego y la
retirada de las tropas gubernamentales, no se han podido llevar a cabo, hablar
de una transición política negociada es cuanto menos banal.
A corto plazo, Turquía y los países árabes aumentarán probablemente su
asistencia material a algunos sectores de la oposición siria.
Si los esfuerzos diplomáticos no resultan fructíferos, los otros "Amigos de
Siria", entre ellos EE.UU. y el Reino Unido, podrían hacer lo mismo, al no tener
estómago político para una guerra real.
Fuente: BBC Mundo Internacional